LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA
«Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su Concepción fue, por singular gracia y privilegio de Dios onmipotente, en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios y, por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles» [InD, DS 2800-2804].
La creencia de que la Santísima Virgen nunca tuvo pecado, ni siquiera el pecado original, existió desde los primeros siglos de nuestra era cristiana. San Ireneo, jurista romano del siglo II escribió: "El nudo de la desobediencia de Eva quedó suelto por la obediencia de María". Un poema de San Efrén de Siria (Siglo IV) reza así: "Ciertamente tú (Cristo) y tu Madre sois los únicos que habéis sido completamente hermosos, pues no tenéis defecto ni mancha alguna".
Junto a esta creencia, hubo cristianos, incluso santos que mostraron dudas de carácter teológico. La redención de Cristo fue universal. Cristo, con su Pasión, muerte y resurrección redimió a "todos los hombres".
Después de años de estudio y de debate se fueron aclarando las ideas y apareció la clave para coordinar el dogma de la "redención Universal de Cristo" y "La Inmaculada Concepción de María". María fue también salvada del pecado original por los méritos de Cristo; pero no después de caer en él, como nos ocurrió a nosotros, sino antes de caer en él. Diríamos que, por un provilegio especial de Dios, que deseaba hacerse para sí una madre perfecta, le dió una salvación más perfecta que a nosotros: La "preservó"; esto es la sujetó para que no cayese en el pecado que todo ser humano cae irremediablemente. Como si el pecado original fuese un pozo en el que todos caemos; pero María fue sujetada por Dios para que no cayese.
Por eso, cuando el día 8 de diciembre del año 1854 el papa Pílo IX publicó la Bula "Inefabilis Deus" en la que definía el dogma de la Inmaculada Concepción de María, no hizo sino recoger con diligencia y sancionar con su autoridad la voz de los Santos Padres y de toda la Iglesia creyente en ese dogma.