17 de mayo de 2012

20 DE MAYO: LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR AL CIELO

 JESUCRISTO SE MARCHÓ
PERO SE QUEDÓ CON NOSOTROS
DE OTRA FORMA

El Hijo de Dios se encarnó en las entrañas de María siempre Virgen; vivió su vida semejante en todo a nosotros menos en el pecado; se llenó del amor del Padre y lo vivió repartiéndolo a los demás; predicó el Reino de Dios enseñándonos que Dios es nuestro Padre, nosotros somos hermanos y todos, con Dios formamos una familia: la familia de los hijos de Dios; murió por nosotros para la remisión de nuestros pecados, resucitó al tercer día y durante 50 días se apareció a sus apóstoles dando numerosas pruebas de que estaba vivo, constituyéndoles en los continuadores de su obra salvadora por todo el mundo y prometiéndoles que él estaría con ellos todos los días hasta el fin del mundo.

Concluida su misión en este mundo, Jesús vuelve al Padre. No se marcha para desentenderse de este mundo; todo lo contrario: Se marcha pero se queda, actuando desde cada uno de sus seguidores los cristianos.

La salvación conseguida no es patrimonio de un pueblo o de una cultura; es para toda la humanidad; el Reino es universal y ha de extenderse a todos los hombres de todas las razas y de todas las naciones. Es necesario que toda la humanidad forme parte de la gran familia de los Hijos de Dios.

Desde la Ascensión del Señor al cielo, para aposentarse junto al Padre, Jesucristo sigue salvando a todos los hombres de todas las naciones y razas por medio de los cristianos que, unidos a Él por el Bautismo y fortalecidos por su Cuerpo y Sangre somos los continuadores de su misión salvadora. “Como el Padre me envió, así os envío yo; id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura…” (Mc. 16,15)