
El Evangelista San Mateo, relatando los comienzos de la predicación de Jesús hace incapié en que cumplió la profecía del profeta Isaías: "Al enterarse Jesús que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazarat, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: << País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas, vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y en sombra de muerte, una luz les brilló>>. Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios". (Mt, 4, 12-17)
Jesucristo se define a sí mismo como la "Luz del mundo": "Yo soy la Luz del mundo" (Jn, 8, 12). Luz que es transmitida a todos aquellos que le siguen: "El que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". (Jn, 8, 12).
Y nos anima a que esa luz resplandezca y brille para que ilumine a todos los que están en la casa: "...No se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa." (Mt, 5, 15).
¿Cómo ha de brillar nuestra luz? Con nuestras buenas acciones; así nos lo enseña el profeta Isaías: "Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo y no te cierres a tu propio egoísmo. Entonces, romperá tu luz como la aurora, enseguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá. Gritarás y te dirá: "Aquí estoy". Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía". (Is. 58, 7-10).
Por eso Jesús insiste: "Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras vuenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo." (Mt, 5, 15-16)
La predicación del Evangélico más eficaz no consiste en hablar mucho, sino en hacer obras de luz; en tesminoniar nuestra fe con nuestras obras: porque la palabra mueve, pero el ejemplo arrastra.