El misterio de la Santísima Trinidad consiste en que hay UN SOLO DIOS EN TRES PERSONAS DISTINTAS entre sí. Tres personas distintas una de la otra: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en una sola naturaleza: DIOS.
En ellas no hay nada creado, nada sujeto a otro en la Trinidad: tampoco hay nada que haya sido añadido como si alguna vez no hubiera existido, pero que ingresó luego: por lo tanto, el Padre nunca ha estado sin el Hijo, ni el Hijo sin el Espíritu: y esta misma Trinidad es inmutable e inalterable por siempre. (P.G.,X, 986).
EL PADRE ES PURA PATERNIDAD. Es el "Principio- sin principio"; no fue creado ni engendrado. Es por sí mismo el Principio de Vida, de quien todo procede. Es la vida misma, que posee en absoluta comunión con el Hijo y con el Espíritu Santo. A Él se le atribuye la creación.
EL HIJO ES PURA FILIACIÓN. Procede eternamente del Padre. Es engendrado -no creado- por el Padre. Es, por tanto, el Hijo eterno y consustancial (de la misma naturaleza o sustancia). Asumió en el tiempo una naturaleza humana (Encarnación) por nuestra salvación. Se le atribuye la Redención.
EL ESPÍRITU SANTO ES PURO NEXO DE AMOR. Procede del Padre y del Hijo. Es como una "espiración", soplo de amor consustancial entre el Padre y el Hijo. Es el mismo Dios, que en su vida íntima de amor se personaliza en el Espíritu Santo. Se manifestó primero en el Bautismo y en la Transfiguración de Jesús y luego el día de Pentecostés sobre los discípulos. Habita en los corazones de los fieles con el don de la caridad (Cf. Ef, 4, 30). Se le atribuye la Santificación.
DIOS ES AL MISMO TIEMPO: PADRE que engendra, HIJO que es engendrado y ESPÍRITU SANTO que fusiona, por medio del amor en una sola realidad (DIOS) a las tres personas.
El entendimiento humano no es capaz de comprender la esencia divina, no puede penetrar en el misterio de la vida íntima de Dios, sólo puede conocer lo que Dios revela y asumirlo con la fe. Se puede aplicar aquí la frase de San Agustín: "Si lo comprendes, no es Dios".
El Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, 24 nos dice que "El Señor Jesús, cuando ruega al Padre que 'todos sean uno, como nosotros también somos uno' abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás".
En el evangelio de San Juan, Jesús ruega al Padre por lo que es su gran deseo: "Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mi y Yo en Ti. Que sean también uno en nosotros: así el mundo creerá que tú me has enviado". (Jn 17, 21)
Cuando San Juan revela el misterio de la Santísima Trinidad, deja ver también las relaciones que hay entre las tres Divinas Personas: Aunque esas relaciones son distintas, no dividen la misma y única esencia de Dios; porque su relación es "subsistente", de forma que en virtud de su impulso vital salen al encuentro una de la otra en una comunión, en la cual la totalidad de la Persona es apertura a la otra.
Conocer el misterio de la Santísima Trinidad, nos involucra y compromete para adquirir ciertas actitudes en las relaciones humanas:
La perfectísima unidad de las tres Personas divinas, es el vértice trascendente que ilumina toda forma de auténtica relación y comunión entre nosotros, seres humanos" (Juan Pablo II, "Creo en Dios Padre", p.170)
No se trata de que queramos entender el Misterio de la Santísima Trinidad, esto es imposible. Jesús nos reveló ese Misterio para mostrarnos el modelo de los que deben ser las relaciones humanas de los cristianos.
La Iglesia universal nos invita a "glorificar a la Santísima Trinidad", como manifestación de la celebración del Jubileo. No hay mejor forma de hacerlo que revisando las relaciones con nuestros hermanos, para mejorarlas y así vivir la unidad querida por Jesús " "Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mi y Yo en Ti. Que sean también uno en nosotros: así el mundo creerá que tú me has enviado". (Jn 17, 21) .