12 de mayo de 2010

23 DE MAYO: PENTECOSTÉS

PENTECOSTÉS

Los judíos celebraban una fiesta 50 días después de la pascua, donde recordaban la Alianza en el Monte Sinaí cuando Moisés recibió las tablas de la Ley. Esta fiesta se llamaba Pentecostés.

Jesús prometió enviar al Espíritu en varias oportunidades: durante la Última Cena, les dice a sus apóstoles: "Mi padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad" (San Juan 14, 16-17). Más adelante les dice: "Os he dicho estas cosas mientras estoy con vosotros; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho." (San Juan 14, 25-26). Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: "Os conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que deciros, pero no os las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir" (San Juan 16, 7-14).

Cincuenta días después de la fiesta pascual, cuando ya había pasado el día de la Ascensión, los apóstoles, que tenían miedo de salir a predicar, se encontraban reunidos con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés.

Repentinamente, escucharon un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos. En ese instante el Espíritu Santo descendió sobre ellos y comenzaron a hablar en lenguas desconocidas. Por esos días, Jerusalén estaba invadida por muchos extranjeros que venían a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.

A partir de ese día, los apóstoles ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Ese es el día en el que comenzó a existir la Iglesia como tal.

16 DE MAYO: LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR AL CIELO

Cuarenta días después de la Resurrección, la Palabra de Dios describe cómo Jesús se despide físicamente de sus discípulos, dándoles las últimas instrucciones:

"Y les dijo: - Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará. Y estas señales acompañarán a los que crean en mi Nombre: echarán los espíritus malos, hablarán en nuevas lenguas, tomarán con sus manos las serpientes y si beben algún veneno no les hará ningún daño. Pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán- Así pues, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios" (Mc. 16, 15-19; Cf Lc, 24, 50-51)

Mientras miraban fijamente al cielo hacia donde iba Jesús, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido llevado vendrá como lo habéis visto subir al cielo". (Hch 1, 3-11)

Los cristianos celebramos la Ascensión del Señor el domingo anterior a la fiesta de Pentecostés. Son solemnidades muy importantes de la Iglesia, nos hablan de nuestro destino final: ir al Padre como Jesús y de la fundación y misión de nuestra Iglesia Católica.

Litúrgicamente usamos el color blanco, tanto en el altar como en las vestiduras del sacerdote.

Los evangelistas describen al final de los evangelios y al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles, que Jesús "fue elevado al cielo", por lo que los cristianos repetimos en nuestro Credo: "Subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre". Esta afirmación es un modo de hablar para decir que Jesús se fue al Padre, llevando consigo su naturaleza humana. La ida de Jesús al Padre constituyó nuestro cielo.

Jesús, al ir al Padre, no entra en un lugar, sino en una nueva dimensión, en donde no tienen sentido nuestras expresiones: arriba, abajo, subir, bajar… Ir al cielo significa, ir a Dios. En el cielo, iremos a unirnos al cuerpo de Cristo resucitado todos los que aceptamos su salvación.

Según la narración de San Lucas, la Iglesia celebra la Ascensión del Señor a los cuarenta días de su resurrección. (Cf. Lc 24, 49-53; Hch 1, 3-11; 2, 1-41) La fiesta de la Ascensión no nos habla de un alejamiento de Cristo, sino de su glorificación en el Padre. Su cuerpo humano adquiere la gloria y las propiedades de Dios antes de encarnarse. Con la Ascensión, Cristo se ha acercado más a nosotros, con la misma cercanía de Dios.

Es también una fiesta de esperanza, pues con Cristo una parte, la primicia de nuestra humanidad, está con Dios. Con él, todos nosotros hemos subido al Padre en la esperanza y en la promesa.

En la Ascensión celebramos la subida de Cristo al Padre y nuestra futura ascensión con él. Al celebrar el misterio de la Ascensión del Señor, recuerda que EL CIELO ES NUESTRA META y que la vida terrena es el camino para conseguirla.

6 DE JUNIO: EXALTACIÓN DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

FESTIVIDAD DEL CORPUS CRISTI

Día de la Caridad


En la solemnidad del Corpus Christi, celebramos el misterio del Cuerpo de Cristo entregado y de su Sangre derramada para la vida del mundo.
En esta festividad la Iglesia en España celebra el Día de la Caridad.
Hay una relación esencial entre Eucaristía y caridad. La celebración de la Eucaristía tiene implicaciones sociales. “Cada celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don de la propia vida que Jesús ha hecho en la Cruz por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo, en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo…” y damos testimonio de la caridad con los más necesitados, como misión esencial de la Iglesia.: "El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad”.
Como cada año, en Cartagena, se celebrarán a las 18,30 dos misas simultáneas:
En Santo Domingo: Misa para niños, a la que pueden asistir los niños y niñas de Primera Comunión.

En Santa María: Misa para adultos.

A las 19,30, saldrá de Santa María la Procesión del Corpus, con el recorrido tradicional.

30 DE MAYO: SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

El misterio de la Santísima Trinidad consiste en que hay UN SOLO DIOS EN TRES PERSONAS DISTINTAS entre sí. Tres personas distintas una de la otra: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en una sola naturaleza: DIOS.

En ellas no hay nada creado, nada sujeto a otro en la Trinidad: tampoco hay nada que haya sido añadido como si alguna vez no hubiera existido, pero que ingresó luego: por lo tanto, el Padre nunca ha estado sin el Hijo, ni el Hijo sin el Espíritu: y esta misma Trinidad es inmutable e inalterable por siempre. (P.G.,X, 986).

EL PADRE ES PURA PATERNIDAD. Es el "Principio- sin principio"; no fue creado ni engendrado. Es por sí mismo el Principio de Vida, de quien todo procede. Es la vida misma, que posee en absoluta comunión con el Hijo y con el Espíritu Santo. A Él se le atribuye la creación.

EL HIJO ES PURA FILIACIÓN. Procede eternamente del Padre. Es engendrado -no creado- por el Padre. Es, por tanto, el Hijo eterno y consustancial (de la misma naturaleza o sustancia). Asumió en el tiempo una naturaleza humana (Encarnación) por nuestra salvación. Se le atribuye la Redención.

EL ESPÍRITU SANTO ES PURO NEXO DE AMOR. Procede del Padre y del Hijo. Es como una "espiración", soplo de amor consustancial entre el Padre y el Hijo. Es el mismo Dios, que en su vida íntima de amor se personaliza en el Espíritu Santo. Se manifestó primero en el Bautismo y en la Transfiguración de Jesús y luego el día de Pentecostés sobre los discípulos. Habita en los corazones de los fieles con el don de la caridad (Cf. Ef, 4, 30). Se le atribuye la Santificación.

DIOS ES AL MISMO TIEMPO: PADRE que engendra, HIJO que es engendrado y ESPÍRITU SANTO que fusiona, por medio del amor en una sola realidad (DIOS) a las tres personas.

El entendimiento humano no es capaz de comprender la esencia divina, no puede penetrar en el misterio de la vida íntima de Dios, sólo puede conocer lo que Dios revela y asumirlo con la fe. Se puede aplicar aquí la frase de San Agustín: "Si lo comprendes, no es Dios".

El Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, 24 nos dice que "El Señor Jesús, cuando ruega al Padre que 'todos sean uno, como nosotros también somos uno' abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás".

En el evangelio de San Juan, Jesús ruega al Padre por lo que es su gran deseo: "Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mi y Yo en Ti. Que sean también uno en nosotros: así el mundo creerá que tú me has enviado". (Jn 17, 21)

Cuando San Juan revela el misterio de la Santísima Trinidad, deja ver también las relaciones que hay entre las tres Divinas Personas: Aunque esas relaciones son distintas, no dividen la misma y única esencia de Dios; porque su relación es "subsistente", de forma que en virtud de su impulso vital salen al encuentro una de la otra en una comunión, en la cual la totalidad de la Persona es apertura a la otra.

Conocer el misterio de la Santísima Trinidad, nos involucra y compromete para adquirir ciertas actitudes en las relaciones humanas:

La perfectísima unidad de las tres Personas divinas, es el vértice trascendente que ilumina toda forma de auténtica relación y comunión entre nosotros, seres humanos" (Juan Pablo II, "Creo en Dios Padre", p.170)

No se trata de que queramos entender el Misterio de la Santísima Trinidad, esto es imposible. Jesús nos reveló ese Misterio para mostrarnos el modelo de los que deben ser las relaciones humanas de los cristianos.

La Iglesia universal nos invita a "glorificar a la Santísima Trinidad", como manifestación de la celebración del Jubileo. No hay mejor forma de hacerlo que revisando las relaciones con nuestros hermanos, para mejorarlas y así vivir la unidad querida por Jesús " "Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mi y Yo en Ti. Que sean también uno en nosotros: así el mundo creerá que tú me has enviado". (Jn 17, 21) .