5 de abril de 2010

FIESTA DE LA PASCUA

El tiempo de Pascua comienza con la Vigilia Pascual (sábado santo por la noche) y finaliza el Domingo de Pentecostés, fecha en que los apóstoles reciben el Espíritu Santo y da comienzo la Iglesia, con su acción evangelizadora que perdura hasta nuestros días.
·
Con la muerte en cruz de Jesús, sus discípulos han perdido toda su esperanza en la implantación del Reino de Dios. "Nosotros esperábamos" dicen los discípulos de Emaús, que marchan a su pueblo desesperanzados y fracasados, mientras que los apóstoles, llenos de miedo, se encierran en el cenáculo.

Durante cincuenta días (siete semanas) Jesucristo, el Señor resucitado se va apareciendo a sus apóstoles para que entiendan que está vivo, que es vencedor del pecado y de la muerte, que han sido salvados, que siempre estará con ellos... y, con la fe en el Resucitado revitalicen la esperanza perdida de la implantación del Reino de Dios y la fe en la propia resurrección.

Efectivamente, cuando descubren a Cristo resucitado, y reciben la fuerza del Espíritu Santo, salen a predicar la Buena Nueva del Evangelio. He aquí la importancia de este tiempo que cada año nos consolida la fe y nos hace revivir aquellos primeros momentos de la experiencia del Cristo viviente en medio de sus discípulos.

La resurrección convierte a los cristianos en hombres nuevos, que "injertados" por el Bautismo en Cristo Glorioso y alimentados con la Eucaristía nos llenamos de esperanza. Así lo atestigua San Pablo: "Si Cristo ha resucitado, también nosotros hemos de resucitar hacia una vida nueva". Nosotros resucitamos con Cristo, dejando de ser "hombres terrenos" (hombres viejos) y empezando a ser "hombres celestiales" (hombres nuevos unidos a Cristo e hijos de Dios).

Los cristianos no somos los que seguimos las enseñanzas de Cristo, como si fuera un filósofo o sabio importante, sino que, unidos a él por el Bautismo y alimentados con su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía, tratamos de vivir el estilo de vida de Cristo, que consiste fundamentalmente en llenarnos del amor del Padre y vivirlo como él lo vivió llegando hasta la muerte por los hombres. Él y el Espíritu Santo son quienes nos dan la fuerza, la alegría la vitalidad y la esperanza de inmortalidad.

¡Cuánto tenemos que aprender los cristianos de amor, de solidaridad, de perdón, de tolerancia, de aproximación a los que sufren y a los que nos necesitan para llenarlos de esperanza y abrirles nuevos horizontes!

Cristo resucitado, victorioso del pecado y de la muerte, llena de sentido nuestra vida y fundamenta nuestra esperanza. El sufrimiento, el dolor, la enfermedad y hasta la misma muerte pierden su catastrofirmo adquiriendo un nuevo sentido: "morir con Cristo para resucitar con Cristo y con él ser también glorificados".