30 de mayo de 2011

12 DE JUNIO: PENTECOSTÉS

PENTECOSTÉS Y LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO:

"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
De pronto vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, las que, separándose, se fueron posando sobre cada uno de ellos; y quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar idiomas distintos, en los cuales el Espíritu les concedía expresarse"
 (Hch 2, 1-4).

La palabra Pentecostés viene del griego y significa el día quincuagésimo. A los 50 días de la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de las siete semanas (Ex 34,22), esta fiesta en un principio fue agrícola, pero se convirtió después en recuerdo de la Alianza del Sinaí.

Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte de un solo y único misterio. Pentecostés es fiesta pascual y fiesta del Espíritu Santo.

La Iglesia sabe que nace en la Resurrección de Cristo, pero no de pone en marcha hasta el día de la venida del Espíritu Santo. Es el momento en el que los apóstoles acaban de comprender para qué fueron llamados por Jesús y para qué fueron preparados durante tres años de convivencia íntima con Él. Porque la Iglesia no es una sociedad como cualquier otra; no nace porque los apóstoles hayan sido afines; ni porque hayan convivido juntos por tres años; ni siquiera por su deseo de continuar la obra de Jesús. Lo que hace y constituye como Iglesia a todos aquellos que "estaban juntos en el mismo lugar" (Hch 2,1), es que "todos quedaron llenos del Espíritu Santo" (Hch 2,4).

Para los cristianos, Pentecostés es como el "aniversario" de la Iglesia. El Espíritu Santo desciende sobre aquella comunidad naciente y temerosa, infundiendo sobre ella sus siete dones, dándoles el valor necesario para anunciar la Buena Nueva de Jesús; para preservarlos en la verdad, como Jesús lo había prometido (Jn 14.15); para disponerlos a ser sus testigos; para ir, a bautizar y enseñar a todas las naciones.

Ese mismo Espíritu sigue descendiendo desde entonces sobre los cristianos que celebramos el sacramento de la Confirmación, para recibir la Fuerza de Dios y poder ser los continuadores de la obra salvadora de Jesucristo.

"Si me amáis guardaréis mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y os dará otro Defensor que permanecerá siempre con vosotros. El Espíritu de Verdad…. En adelante el Espíritu Santo Defensor, que el Padre os enviará en mi nombre, os va a enseñar todas las cosas y os va a recordar todas mis palabras. … En verdad, os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Defensor no vendrá a vosotros; pero si me voy, yo mismo os lo enviaré. Cuando él venga, rebatirá las mentiras del mundo…. Muchas cosas me quedan aún por deciros, pero ahora no podéis entenderlas. Pero cuando Él venga, el Espíritu de la Verdad, os introducirá en la verdad total".

Estos son fragmentos del Evangelio de San Juan, capítulos 14, 15 y 16. Si quieres saber más sobre las últimas promesas y más profundas revelaciones de Jesús, lee con atención y mucha fe, esta parte del evangelio.