15 de febrero de 2012

22 DE FEBRERO: MIÉRCOLES DE CENIZA.

ENTRAMOS EN LA CUARESMA; EL CAMINO HACIA LA PASCUA

Nos invaden las ganas de quemarnos en la batalla de la vida, de gastarnos en el esfuerzo, de echar mano de las riquezas..., sin tener momentos para el silencio, la escucha, la oración, la Palabra de Dios... sin dar tiempo al plan del Padre sobre nosotros.

Cansados de vivir las aventuras de la vida, es hora de hacer una nueva revisión profunda de nosotros, mismos y de nuestra relación con Dios. Para darle la hondura y la sinceridad vital que requiere algo tan importante como la fe, la esperanza y el amor.

UN POCO DE CENIZA EN LA FRENTE Y UNAS GOTAS DE PERFUME EN EL CORAZÓN...

La Iglesia, mediante la imposición de la ceniza en nuestra frente, nos invita a entrar en el desierto como Jesús y hacer una cuarentena de reflexión y penitencia.

Necesitamos encontrar “desiertos” camino del trabajo, llegando antes a la Iglesia, guardando unos momentos de silencio en la soledad de nuestra casa o esperando el autobús...       y hacer, como Jesús un “stop” en el camino de nuestra vida, para reflexionar a la luz del evangelio; y así,  prepararnos para la Pascua: 

E L   P A S O   L I B E R A D O R   D E   D I O S.

LA CUARESMA ES TIEMPO DE:

ORACIÓN: Diálogo frecuente con Dios como necesidad vital de mi existencia. Escucha atenta de su Palabra que me manifiesta su voluntad.
No puedo poner en el lugar de Dios la inmediatez, el poder… y mucho menos mis delirios de grandeza.

PENITENCIA: Que consiste en ponerme en la piel de tantos que, debido a su pobreza, hacen “penitencia forzosa” cada día; y revisar las actitudes injustas hacia los demás.

LIMOSNA: Una preocupación exquisita por las necesidades del prójimo, porque es mi hermano, hijo también de mi Padre Dios.

ORACIÓN CUARESMAL:

Una vez más, Señor, me invitas al desierto.

Tú, que conoces mi corazón, sabes el miedo que me da el desierto, sin disponer de nada que me distraiga, y tener que... encontrarme conmigo mismo.

Me da miedo el desierto, Señor. Pero te pido, a pesar de todo que me conduzca a él tu Espíritu Santo.

Y una vez en el desierto, vacía mi corazón de cosas y ruidos; y, crea en él un espacio fecundo de silencio y libertad..

Llena mi corazón con tu Palabra y sácialo con tu pan.