LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR EN CUERPO Y ALMA AL CIELOA los cuarenta días de la Resurrección, Jesús sube al cielo para ser glorificado. "Lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista." "Dios resucitó a Jesucristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha en el cielo".
Lo que nos cuentan los evangelios sobre la Ascensión de Jesucristo es un acontecimiento pedagógico para que entendamos todos su salida de este mundo y su glorificación eterna con el Padre.
El cielo no está arriba, ni abajo, ni a la derecha ni a la izquierda. No está en ningún lugar, está fuera del espacio y del tiempo. El cielo es la presencia plena, total y para siempre del Padre en la vida de Jesucristo. Esto es lo que enseña la Iglesia con la expresión "Se sentó a la derecha del Padre".
Para los cristianos, la Ascensión no es sólo un recuerdo de un acontecimeiento de Jesús. Tampoco es una celebración gozosa de un hecho glorioso, que vivía con nosotros y se marchó con el Padre. Además de lo anterior, es el anticipo y la garantía de nuestra propia glorificación. Si Jesucristo, que es la cabeza del Cuerpo Místico, que es la Iglesia, se encuentra en la gloria gozando de Dios, nosotros, los cristianos que somos el Cuerpo Místico, también estamos llamados a gozar de la gloria del Padre. "Donde nos ha precedido Él que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo".
Jesús no se desentiende de nosotros ni nos deja abandonados. "Sabed que yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo".
Nos envía el Espíritu Santo para convertirnos en los continuadores de su misión salvadora. "Conviene que me vaya; así os enviaré el Espíritu Santo que os hará comprender todo lo que yo os he enseñado". "Dentro de pocos días seréis bautizados con el Espíritu Santo". "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos..."
Mientras nos llega la hora de nuestra glorificación necesitamos ser los testigos de Jesús con los pies en el suelo. Comprometidos con el mundo; pero con la esperanza siempre puesta en el cielo; porque la glorificación será siempre la meta y la aspiración máxima de nuestra vida.
